viernes, 27 de julio de 2007

Los Persas: la tragedia griega traída a nuestro días

Anoche fue de nuevo noche de teatro en el Romano de Mérida. Tras quedar asombrado la semana pasada por Fedra, decidimos comprar entradas para ver Los Persas: Réquiem por un soldado en el día de su estreno. He de reconocer que antes de entrar en el teatro estaba bastante escéptico ante lo que pudiera encontrarme ya que había leído que lo que íbamos a ver era una translación a nuestro tiempo de la tragedia clásica. Con estas entramos en el teatro y nos sentamos, esta vez arriba, en la dura piedra, como los romanos de verdad. No había tanta gente como la semana anterior a pesar de ser el día del estreno y entre el público logré distinguir al alcalde de Mérida, Don Ángel Calle y la Consejera de Cultura.
Nada más mirar al escenario me di cuenta de que lo que íbamos a presenciar no tenía definitivamente nada que ver con una tragedia clásica. Había, sobre un ruedo de arena un montón de coches destrozados, un autobús quemados y una serie de instrumentos musicales, amén de alguna que otra bandera de España. La expectación crecía por momentos. Una voz anunció el inicio de la obra y se hizo el silencio.

De la oscuridad salió un soldado español que comenzó entonando eso de 'Soy el novio de la muerte,...'. Cagate lorito. Definitivamente todo lo que nos esperaba esa noche iba a ser ser sorprendente. Después de esto llegaron el resto de soldados que se unieron a la canción de primero para después coger los instrumentos musicales y presentar a la protagonista con música rockera.

Y entonces llegó ella, sexy a pesar de lo lejos que estábamos y de su ropa militar y su gorra. Nada más aparecer, Natalia Dicenta (Jerjes) llenó el escenario con su presencia y su voz. Descubrí en ella algo que no conocía, además es cantante, y muy buena, incluso podría decirse que es mejor cantante que actriz (y como actriz, ayer demostró que es grande). Si la semana pasa quede alucinado con lo que hizo Ana Belén con Fedra, lo de ayer lo superó con creces. Dicenta estuvo pletórica, por momentos increíble, especialmente cuando cantaba. La versión de 'Cry baby' ya casi al final del espectáculo ponía los pelos de punta.

El resto de actores todos muy bien en sus papeles, pero destaco por encima de ellos a Roberto Quintana que se encarga de encarnar al padre antibelicista de Jerjes. Su actuación es magnífica, a la vez divertida y trágica, algo muy complicado de lograr. Es impresionante como logra mostrar a la misma vez los sentimientos por su hija y el amor hacia ella con el resultado de un partido de fútbol Atlético de Madrid - Nástic (por cierto, el atleti perdió, como siempre). Todo esto lo hace además pegado al público. Su espacio escénico estaba a escasos centímetros de los espectadores de la Orchesta, les actuaba prácticamente en la cara. Su momento culmen llega cuando su mente se torna locura al conocer la muerte de su hija Jerjes y ante la duda de que los restos que le han enviado sean realmente los de su hija.

Este último punto tiene en la obra más relevancia de la que pueda aparentar. Así el director de la obra hace una dura crítica al accidente de avión ocurrido hace un par de años a los soldados españoles en Afganistán tras el cual se supo que los familiares habían enterrado y llevaban flores a la tumba de alguien que no era su hijo. Los Persas se encarga de recordarlos a todos y cada uno de ellos pronunciando en dos ocasiones sus nombres y acercando esta desgracia en los personajes de Jerjes y Darío.

Pero no todo fue drama, porque entre el miedo y la locura que se apoderan durante la obra de los soldados, vemos momentos de plenitud en ellos. Estos momentos de plenitud y de seguridad en ellos mismos son los que el autor ha aprovechado para dar a la obra su cariz más cómico. Así podemos comprobar como uno de los soldados nos cuenta sus divertidas fantasías sexuales con Penélope Cruz, Elsa Pataky y un yogourt bífidus con frutas del bosque o como otro de ellos compara la guerra con los videojuegos de la Play Station 2, llegando a asegurar que estos últimos son mucho más violentos y divertidos que estar en un desierto en son de paz y en búsqueda de una escuela para protegerla (escuela que por cierto, cuando llegan ha sido destruida y cuyos alrededores están plagados de cadáveres, que en ningún momento se ven pero que están descritos con increíble realismo).

La música juega un papel clave, convirtiendo la obra por momentos en un musical. Todos los protagonistas, en mayor o menor medida cantan. Por encima de todos ellos, como ya dije antes está Natalia Dicenta. Una voz sorprendentemente prodigiosa, a veces rota a veces infantil pero que siempre te deja los pelos de punta y la boca abierta. Genial.

Destaco por encima de todo lo que pude ver el monólogo de Natalia Dicenta en la que esta nos narra su propia muerte. Nos cuenta como, poco a poco, tras sentarse sobre una mina que creía una piedra por el cansancio y el horror parecido, su cuerpo se desintegra y las partes del mismo se descomponen poco a poco, quedando sobre el amasijo de 'pelos y carne' un trozo de su braguita en el que se distinguen las franjas roja, gualda y roja de la bandera patria.

En definitiva, una obra de sentimientos encontrados que me dejó un gran sabor de boca, a mí y a la mayoría de los que estuvieron presentes en el estreno de esta maravilla (no a todos, algunos silbaron y abandonaron el teatro antes de que la obra acabara). Si la ovación en Fedra fue increible, la de anoche fue todavía más larga y más ferviente, algo que se notaba (a lo lejos) en los rostros de los actores y del director de la obra.

Nada más, solo decir que ahora toca esperar con ansia el 13 de agosto para ver qué nos ofrecen Miriam Díaz Aroca y su Lisistrata. En este caso las expectativas son buenas, pero digo lo mismo que la semana pasada. Lo de ayer es muy difícil de superar, esta vez sí.

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