Hoy no
es un buen día. No lo es por muchas cosas, pero especialmente porque no estoy
en el lugar en el que debería estar. Hoy cumple años una persona muy especial y
no estoy allí para compartirlo con ella. Además, hoy es Martes Santo.
Si de
compartir momentos se trata, que es algo que me gusta hacer en este blog, ella
ha sido una de las principales hacedoras de esos momentos y un día como el de hoy
tiene mucho que ver con ello, por partida doble.
Cualquiera
que me conozca mínimamente es consciente del poco cariño que tengo a la iglesia
y a todo lo que tiene que ver con ella. A pesar de ello, ella consiguió que el
Martes Santo se convirtiese en uno de mis días favoritos del año cuando vivía
en Sevilla.
Los
Martes Santos siempre comenzaban trabajando, pero eran unos días de trabajo en
los que todo sale rodado porque sabes que pase lo que pase va a ser un buen día
una vez salgamos de la oficina. Tras salir, lo primero unas cervezas en la
Plaza de la Encarnación. Después la llegada de la familia. Su familia pero que
en días como estos y en muchas otras
ocasiones ha sido también la mía. Toca seguir tocando cervezas y ver pasar los
primeros pasos y escuchar las discusiones sobre si Triana o la Macarena.
Benditas discusiones de aquellos que defienden lo que es suyo por nacimiento,
conscientes de lo maravilloso que es nacer en Sevilla y que todo eso forme
parte de tu vida.
Martes
Santo con la familia, también con la familia que no es de sangre. Muchas veces,
la mayoría, los amigos son tan importantes como la familia. Al fin y al cabo a
ellos tienes el privilegio de elegirlos.
Martes
santos compartidos: Leticia, Nacho, Carmen, Quique (que también estuvo presente
en muchos de ellos),… pero sobre todo contigo. Siempre presente ese día, que es
especial para ella y quizá solo por eso
se convirtió en especial para mí.
Cuesta
del Rosario. Bullicio, más cervezas, incienso, música cofrade, niños, nazarenos,
pasos que cruzan, Los Javieres, San Benito. Llega San Esteban. Emoción,
lágrimas, una mano que te aprieta y un corazón que se acelera. No. Dos
corazones que se aceleran a la vez. La extraña sensación de sentir algo que no
comprendes, porque eres ateo y se supone que no te gustan esas cosas y la miras
mientras te dice: ¡Qué bonito! y entiendes el porqué.
Después
tranquilidad, descanso. Ha pasado todo. Momento de seguir disfrutando. Nos
vamos a la calle Feria y siguen pasando, llegan más hermandades, pero la
emoción ya no es la misma. Ya solo queda contemplar la belleza, pero ya una
belleza vacia, porque la emoción se quedó en la Cuesta del Rosario.
Pero
hoy no es solo Martes Santo, es también el cumpleaños de Rosi (creo que no
había dicho su nombre aún, aunque quien
me conoce sabe desde el principio de quien hablo), y es ya el segundo que paso
lejos de Sevilla. Esta historia, esto momentos compartidos, son hoy mi regalo,
porque estamos demasiado lejos para darle algo material y sobre todo, demasiado
lejos para un abrazo. Es difícil no
estar allí cualquier día, pero quizá hoy sea el más complicado.
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