martes, 13 de mayo de 2014

Almas copleras

Hoy para ti es un día especial. Seguramente no será tu gran noche porque tienes que levantarte temprano para ir al trabajo. Tendrás que soportar comportamientos ciclotímicos y a lo mejor con algún correo electrónico de un tal Fernando en el que te cuente de manera sui generis qué ha ocurrido en Sevilla se te pueda arrancar una sonrisa. Pero tampoco va a pasar eso.

Lo que sí va a ocurrir es que vas a atender llamadas y puede que hasta tengas una reunión. Se te va a pasar el día volando pendiente de los muchos mensajes de felicitaciones que vas a recibir. Eso sí lo hará más ameno. Y quizás esto que escribimos dos personas que te quieren te sorprenda. Digo quizás porque después de todo lo que has pasado es complicada una sorpresa. Esto es un intento con más ganas que estilo de que te vayas a la cama cerciorándote de algo que nosotros, ese tal Fernando y yo, sabemos: “que eres como la luna que brilla entre tus pasos al andar”

Si para Machado su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, los recuerdos de mi infancia estarán siempre ligados a la tuya. Eso es un premio que me regaló el destino, ese señor tan caprichoso tirando a putero que desde hace un par paga varias noches por verse con la crisis. Ese mismo que me regaló la alegría de vivir a tu lado, nos quitó a los tres nuestros ‘juernes’, nuestras dietas depurativas y las reuniones de ‘sing star’. Y te preguntas ¿y ahora qué?

Pues ahora lo que vas a hacer es levantarte todas las mañanas, reconocerte en el espejo y repetirte a ti misma que eres fabulosa. Que nadie te va a quitar nunca las ganas de brillar. Y que tras el amor de la familia no hay nada como el amor propio. Mientras, estos dos que te colocaban la Giralda y abrían el grifo para que tuvieras Guadalquivir estarán pendientes de ti. Tras esto que te escribimos seguiremos tus pasos, como siempre en silencio. Pero hoy teníamos que hablar. Porque 40 años no se cumplen todos los días. Sobre todo si los cumples tú, que eres “como el lugar del que cantaban en una canción, sencilla, tranquila y bonita. Bonita, dulce y cautiva. Por encontrar”. Aunque nosotros ya lo hicimos.

Y continúo yo. El tal Fernando. Pidiendo la palabra señoría. Aunque es difícil continuar algo que comienza como ha comenzado esto, porque al fin y al cabo, la que arriba escribe es tu hermana, sangre de tu sangre y uno de los principales apoyos a lo largo de toda tu vida.

A pesar de eso, nunca me cansaré de repetir que la familia no sólo es la que te toca al nacer, también forman parte de tu familia todos aquellos que tienen la suerte de encontrar en el camino y que decides guardar y que te acompañen para siempre. Por esa razón te considero parte de mi familia, alguien especial, alguien que está siempre ahí, aunque a veces las circunstancias sean tan puñeteras y separen a personas que deberían estar cerca. Aunque solo fuese un la tarde de los ‘juernes’.

Desde que tu hermana, la de sangre, me propuso escribir algo para ti llevo dándole vueltas y sin saber por dónde empezar. Al final me decidí por lo de siempre, empezar de camino al  Meli, después del gimnasio para tomar unas cervezas mientras te explicamos que lo del gazpacho es con sepia y con gambas pero que como no me gustan mucho las gambas pues lo hago con sepia o con cualquier otro pescado blanco.

Nos sentamos en la terraza. No hay música, pero cuando estamos juntos no hace falta, la hacemos nosotros, almas copleras. Tres almas copleras que llevan mucho tiempo sin compartir copla, demasiado tiempo.

Tú bien sabes que no fue mi culpa 
Tú te fuiste sin decirme nada 
Y a pesar que lloré como nunca 
Yo seguía de ti enamorada.

40 años no son nada para alguien que aparenta 25. Hay mucho por detrás, pero también mucho por delante. Sufrimiento que debe quedarse ahí y la constante búsqueda de la felicidad, una felicidad que está ahí, aunque en ocasiones nos neguemos a abrir los ojos para verla. En eso también somos muy parecidos los tres, nos cuesta disfrutar de lo bueno y tenemos todo lo que ha pasado siempre presente. Demasiado precavidos.

Se echan de menos los lugares, pero sobre todo se echan de menos las personas. Yo te echo de menos a ti, a quien conocí gracias a otra persona especial y que tan importante fuiste y sigues siendo aún, a pesar de la distancia. Porque aunque eso del amor dicen que es bonito, nunca podrá competir con la pureza de la amistad verdadera.


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