martes, 4 de marzo de 2014

Perdidos

Lo que marca tu vida, lo realmente importante, son los momentos y las personas con las que los compartes. Puedes estar muy agobiado, hundido por los problemas o perdido, sin saber que hacer, pero eso no debe impedirte disfrutar de las personas y de lo que compartes con ellas.
Últimamente me he decidido a escribir sobre esto, compartir conversaciones o situaciones que por una razón o por otra tuvieron un valor o un significado especial en mi vida.
La historia de hoy me lleva a septiembre de 2000. Tras un verano especial, del que ya he hablado en este blog en alguna ocasión, llegaba el momento de uno de los cambios más importantes en mi vida, el más importante hasta ese momento, dejaba el pueblo para comenzar a vivir en Sevilla.
La cosa, ya desde un principio parecía torcida porque en su momento, cuando rellené la solicitud de inscripción equivoqué los números y me matriculé en Publicidad en lugar de en Periodismo. En mi defensa diré que en aquel entonces todo se hacía sobre papel y que las correspondencias estaban en un folio enorme en el que era fácil perderse. Sea como sea creo que fue un error acertado ya que me permitió compartir cuatro años de mi vida con gente maravillosa a los que hoy todavía atesoro como amigos.
Tras una alocada tarde previa, en la que estuve un poco perdido en el centro de Sevilla junto a mi madre, que vino para ayudarme a instalarme, llegó el momento de comenzar con el primer día de clase. Bueno, realmente no se trataba de un día de clases en sí, sino de una especie de presentación del curso de manos del decano.
Ese primer año (y algunos de los siguientes) mi piso estaba en la Macarena, en el Barriada del Rocío. Esto suponía que, teniendo en cuenta que las clases se daban en Reina Mercedes, el camino era de unos cuarenta minutos en autobús. Lo de ir andando ni siquiera era una opción a no ser que quisieras levantarte a las seis de la mañana y pasar dos horas paseando por toda la ciudad.
Cogí la Línea 2 de Tussam, que era una de las que te llevaban hasta la zona y llegué hasta la última parada, como me había indicado la dueña del piso que alquilé. Soy una persona tremendamente despistada y con dificultad para orientarse, así que ni que decir tiene que cuando baje del bus estaba perdido.
Hice lo que se hace en estos casos, preguntar por la calle a la que iba. Me cruce con una mujer de unos cincuenta años y le dije que si podía indicarme donde estaba la Avenida Reina Mercedes. La señora en un primer momento me miro extrañada. No quiero ni imaginarme la cara de circunstancia que se me quedo cuando levanto la mano señalando el cartel de la calle en la que estaba. Justo encima de mi cabeza había un cartelón enorme que ponía. Avenída Reina Mercedes.
Me aleje de la señora pidiendo disculpas por mi despiste y un poco avergonzado mientras ella me decía que no pasaba nada, que eso era normal. Evidentemente no lo era. Ya podría haber mirado arriba antes de preguntar.
Encaré la avenida en busca del segundo objetivo. Ahora había que encontrar el edificio de informática. Allí era donde estaban las clases de primer año para los alumnos de Comunicación (Ciencias de la información por aquellos entonces).
Recorrí varias veces la avenida sin verlo hasta que de nuevo me tocó preguntar. Ni que decir tiene que me encontraba justo delante de la puerta cuando lo hice. Se qué puede ser difícil de creer para quien no me conozca, aunque no lo será tanto para el que si me conoce.
Bueno, pues superado el segundo escoyo, llegaba el momento de afrontar quizá lo más difícil, conocer a mis compañeros, los que me acompañarían como mínimo en los siguientes cuatro años.
Entré dentro del edificio y esta vez sí, localice la que iba a ser mi clase rápidamente, estaba en la segunda planta. Al llegar a la puerta me sorprendió que no hubiese nadie dentro, cuando casi era la hora. Pregunte a una persona que se encontraba cerca y me dijo que el primer día teníamos que asistir a la charla inaugural del rector, que estaba en la planta baja.
Volví a perderme, no pasa nada, las cosas hay que reconocerlas. Llevaba unos cinco minutos dando vueltas por los pasillos sin saber ya donde tirar. Al fondo de uno de los pasillos vi a una chica que venía caminando en mi dirección y consideré que una vez más era el momento de preguntar. La chica caminaba para mí, a paso rápido, daba la intención que se dirigía a hablar conmigo. Por supuesto no la conocía.
Llegó hasta donde yo estaba y me preguntó antes de que yo lo hiciera:

- Hola, ¿sabes donde esta la sala de conferencias? Es mi primer día y no la encuentro.

Estaba tan perdida como yo. De hecho estaba más perdida que yo porque venía de la dirección en la que estaba la sala de conferencias, aunque en ese momento ninguno de los dos los sabíamos. Le dije que yo también estaba buscando la sala de conferencias y que también era mi primer día. S llamaba Laura. Me dijo que iba a estudiar Publicidad, al igual que yo.
Puede parecer una tontería, pero ese momento, de dos desastre de personas que se cruzan en un pasillo, totalmente perdidos fue el inicio de una gran amistad, una de las más importantes de mi vida y que por suerte sigo manteniendo.
Finalmente conseguimos dar con la sala cuando el discurso estaba empezando. Nos hablaron de la importancia el periodo que íbamos a comenzar, de que esa facultad nos formaría como personas y profesionales y cosas similares. A día de hoy tengo claro que los años de facultad tienen mucho que ver en lo que soy ahora, en la persona en la que me he convertido, pero creo que influyeron más en el resultado final los ratos de césped o las cervezas y las tapas de La Espumita que la formación que recibí en la Facultad.
Después de salir de la conferencia tuvo lugar uno de los momentos más especiales en mi relación con Laura. Al menos para mí lo fue así. Creo que también para ella. Nos sentamos en los escalones que había justo delante de la puerta principal y cuando apenas hacía dos horas que nos conocíamos nos habíamos puesto al día de todo lo que había sigo nuestro pasado hasta ese momento. Se había forjado un lazo que a pesar de algunos altos y bajos se ha mantenido atado fuerte los últimos catorce años.

Esta historia, una de las muchas que hemos compartido y de los que aun quedan por compartir, es parta ti Laura, espero que te guste.


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