domingo, 13 de abril de 2014

Línea 6

Hoy sigo con eso de compartir momentos. Llevo ya un par de semanas dándole vueltas a lo que voy a contar hoy. Sabía que quería hablar de ella pero no qué momento escoger, porque son muchos. Finalmente me he decidido por contar varios, los más significativos y que son una muestra de lo importante que esta persona ha sido (y sigue siendo) en mi vida.
Conocí a María prácticamente de casualidad. Nos vamos hasta marzo de 2001. Tras un primer semestre en la universidad y un primer bloque de exámenes un poco estresante decidía tomarme una semana de vacaciones, aprovechando que se celebraba la feria de Oliva. A la vuelta me senté con la gente que en ese momento era mi grupo, entre los que estaba Laurita, de la que ya he hablado en este blog. Laurita también venía de su pueblo, tras una semana fuera, como yo. Preguntamos ambos como iba aquello de los grupos para los trabajos de las nuevas asignaturas (en Publicidad no teníamos ninguna anual con el plan en el que estudiamos nosotros, todas eran cuatrimestrales).  Me quedé sorprendido al darme cuenta de que nos habían dejado fuera. A Laura y a mí nos tocaba buscarnos la vida.
Volvía  a casa de clases ese día, en la Línea 6, como siempre. Delante de mí una chica. Me sonaba la cara. Era compañera de clase, aunque no habíamos tenido la oportunidad de hablar antes. Se dio cuenta de que la miraba y se acercó. Me preguntó si iba a clase con ella y le dije que sí. Comenzamos a hablar. Resultaba que le faltaban dos personas para uno de sus grupos de trabajo y por supuesto me ofrecí y ofrecí a Laura.
Fue un encuentro casual que provocó que se entablase una relación que dura hasta hoy. Una de esas veces en que el Universo se pone de acuerdo contigo para que elijas el camino correcto. Ese encuentro en la Línea 6 de Tussam supuso que dejase de lado un grupo que no era el adecuado (no digo que fueran malas personas, todo lo contrario, solo digo que no eran las personas adecuadas) por un grupo que era de verdad el mío, con gente maravillosa que hizo que los otros tres años de carrera y los posteriores fueran mucho más fáciles. Verdaderos amigos, amigas en este caso.
A día de hoy (y han pasado más de trece años) sigo sin saber si Maria se dio cuenta de que iba mal o simplemente se acercó a hablar por simple casualidad. Nunca se lo he preguntado.  Lo que si tengo claro es que recibí justo lo que necesitaba en ese momento.
Después de aquello la relación se fue haciendo más cercana, tanto con ella como con el resto del grupo, especialmente con Rocío y con Laura. Pasamos a ser un cuarteto, sobre todo durante el tiempo en que Laurita se distanció un poco de nosotros. Siempre tuve buena relación con el resto del grupo, pero la relación con María ha sido más especial, más cercana.  Cada vez que necesitaba algo estaba ahí. La relación se fue fortaleciendo poco a poco, entre historias, confidencias y discos de Medina Azahara. Comparto un poco de la canción que suena mientras escribo esto.

Mirando las estrellas quise comprender 
si detrás del cielo existe algo más 
porque en las tinieblas escucho tu voz 
y en la luz siempre te pierdes 
y me queda solo la ilusión…

El siguiente momento que quiero contar es uno de los peores de mi vida, y sin duda el peor de mis años de facultad y me lleva al mes de enero de 2002. Acababa de llegar del pueblo destrozado y esperando una horrible noticia que se iba  a producir de forma inminente.
Estábamos en los pasillos de la primera planta del antiguo edificio de Gonzalo Bilbao, haciendo cola ante el despacho de Trini Galiana para presentar un trabajo de Sociología II. Sonó el teléfono. Antes de mirar siquiera quien era lo sabía y también sabía el motivo de aquella llamada. Mi madre llamaba para decirme que la suya, mi abuela Isabel, había fallecido. No por esperada, ya que llevaba enferma unos meses y lo que había visto ese último fin de semana me decía que no tardaría mucho en pasar, la muerte de una persona querida es menos dolorosa. No solo se iba mi abuela. Se iba la que había sido una segunda madre para mí. Se iba un trozo de mi vida, el trozo de mi vida más importante que he perdido hasta ahora. Se iba una parte de mi y de mi historia que hasta este momento he sido incapaz de llenar.

Dejé la facultad y a todas allí dispuesto a ir a mi piso, coger la maleta y pillar el único autobús que salía ese día. Iba justo de tiempo. Estaba totalmente destrozado, pero no era lo único que pasaría ese día, porque las cosas cuando vienen, vienen todas de golpe. Abrí la puerta del ascensor. Vivía en un octavo piso. Me extrañó ver la puerta del piso abierta. Entré pensando que alguno de mis compañeros acabada de entrar y se había olvidado de cerrarla. Los llamé, pero no contestaban. Entré en mi habitación para hacer la maleta y me quede helado. Todo estaba por los suelos. Alguien había estado revolviéndolo todo y se había llevado el dinero que había en la mesilla y roto algunas cosas. Caí derrumbado en la cama. No sabía qué hacer ni a quien llamar. No podía llamar a mi madre. Suficiente tenía la mujer con lo que tenía encima, quizá la perdida más dolorosa que puede afrontar una persona a lo largo de la vida, la de una madre.
Me quede sentado, sin mirar a ningún sitio. De pronto recordé que tenía que irme. Hice la maleta. Miré por toda la casa. Solo habían entrado en mi habitación. Todo muy extraño. Ninguno de mis dos compañeros me cogía el teléfono. Me senté sobre la cama de nuevo. Estaba como en una nube, sin noción ni conciencia real de lo que estaba pasando. Soy incapaz de recordar el tiempo que pasé así, lo que sí sé es que cuando volví a mirar el reloj era demasiado tarde para coger el autobús.
Llamé a casa para decir que no llegaba, que era imposible. Mi madre me dijo que no pasaba nada, que incluso mejor no tener que pasar por todo aquello. Colgué el teléfono. Estaba desolado. Tenía miedo. No sabía si quería dormir allí y ya era tarde para coger el autobús. Llamé a María y se lo conté todo.  Vino a por mí y me llevó a su casa. Allí pasé unos días, hasta que fui capaz de volver a la mía, hasta que recuperé las fuerzas. A pesar de todo lo que había pasado pasé allí unos días magníficos ya que consiguió que todo eso estuviese en un segundo plano. Fueron sus palabras y su forma de afrontar el momento por el que pasaba los que me ayudaron a sobrellevar el que a día de hoy sigue siendo uno de los momentos más complicados de mi vida, quizá el más.

Después de aquello han llegado muchas cosas, entre ellas un genial viaje a Roma en mayo de 2004 que sirvió para reforzar mi relación con ella y también con Rocío (esta última sí que se ha enfriado, pero nada que no pueda resolverse). Una canción:

Solo che pensavo a quanto è inutile farneticare 
e credere di stare bene quando è inverno e te 
togli le tue mani calde 
non mi abbracci e mi ripeti che son grande, 
mi ricordi che rivivo in tante cose...nananana 
case, libri, auto, viaggi, fogli di giornale 
che anche se non valgo niente perlomeno a te 
ti permetto di sognare 
e se hai voglia, di lasciarti camminare 
scusa, sai, non ti vorrei mai disturbare 
ma vuoi dirmi come questo può finire? 
non melo so spiegare 
io no me lo so spiegare

Visitas a Chiclana. Comidas compartidas con ella, con Sebas, con Laurita y con Alberto. Risas. Perros. Playa. Una boda emocionante en la que todos los que allí había tenía algo que agradecer a los novios. Algo que demuestra qué tipo de personas son. Otra canción:

Que lancen cohetes al cielo 
Que alumbren mi felicidad 
Que anoten la hora y el día 
Y en fotografía quiero este lugar 
Que suenen trompetas al viento 
Que anuncien mis ganas de amar 
Que anoten la hora y el día 
Y se haga este día fiesta nacional 
Está naciendo un amor

Otra boda. Ahora en Huelva. Otra oportunidad de darme cuenta que tipo de amigos tengo. Laurita, Alberto, María, Sebas, Laura. Un atracón en el buffet del hotel. Momentos.
Ahora estamos lejos, pero la relación sigue siendo la misma, igual de fuerte. Igual de intima. Hablamos a menudo y parece en esas conversaciones que no ha pasado el tiempo y que seguimos en aquellos años de Sevilla en los que la relación se convirtió en lo que es ahora, una amistad fuerte y sincera. Una persona con la que puedo hablar de todo, a la que puedo contarle lo que me da la gana. Aconseja, pero no juzga. Una amiga.

Este relato es un regalo para ti, como el de hace unas semanas fue un regalo para Laurita. Por estar ahí. Porque cuando estamos tan lejos es difícil hacer un regalo, pero siempre hay una alternativa.


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