domingo, 23 de junio de 2013

Las cítaras colgadas de los árboles de Antonio Gala

En Las cítaras me he vuelto a encontrar al Antonio Gala que más me gusta, el Antonio Gala atemporal, cuyas historias no pasan nunca de moda. Estamos ante una obra escrita en los años 70 y que cuenta una historia encuadrada en la época en que los españoles en general y los extremeños en particular marchaban al Nuevo Continente en busca de una vida mejor, de un nuevo paraíso. La historia engancha desde el principio, si bies es cierto que el hecho de que la haya encuadrado en el sur de Extremadura, mi tierra, y en medio de una matanza, algo tan de aquí me ganó casi desde la primera frase. Una vez más Gala realiza una feroz crítica a la sociedad de la época, en concreto a la sociedad rural que puede ser traída a nuestra época sin ningún problema. El propio autor nos muestra algo que sigue siendo así, que desde hace siglos nada ha cambiado y que los problemas sociales siguen siendo los mismos. Hoy, 30 años después de la primera representación tampoco ha cambiado nada, o casi nada, algunas cosas incluso han dado un paso atrás. La Iglesia y el poder político representadas en dos de los personajes de la obra muestran su cara más dura y a la vez su cara más real, marcando las diferencias sociales. Todo esto, por supuesto y sin ninguna duda narrado de forma ágil, magistral y muy visual. Destaco especialmente el dramático final de la obra que recuerda enormemente, y además me temo que intencionadamente, a la de los amantes de Verona. 

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