lunes, 2 de junio de 2014

Paso a paso

Mi amistad con la persona que hoy cumple años ha pasado, desde que nos conocimos,  por todos los estadios posible. Al final el resultado ha sido muy bueno, pero he de reconocer que en un primer momento no las tenía todas conmigo.

En un primer momento fue practicamente inexistente. Cuando llegué en 2005 a As Medios, era una más de las personas de la primera planta. Una de las más educadas, eso sí, nunca en todos los años que trabajamos allí juntos, paso por la puerta sin dar los buenos días a los de abajo, y eso es algo que muy pocas personas más de las de arriba hizo siempre. A pesar de aquello era una persona distante.

Desde mi llegada a la empresa y hasta mi partida a Mérida dos años después, la cosa siguió siendo más o menos así. De hecho, en alguna ocasión incluso me dio un poco de miedo. No la conocía lo suficiente, eso esta claro y por momentos la veía agresiva. Esto no es algo malo, todo lo contrario, desde mi punto de vista, una mujer debe ser fuerte y además debe parecerlo, especialmente en lo que a lo laboral se refiere, porque desgraciadamente a estas alturas de la vida, ellas siguen teniendo que demostrar mucho más para conseguir lo mismo que un hombre.

Volví de Mérida en 2009 y mi relación con Rosi mejoró, lo que supuso que mi relación con ella también cambiase.  Rosi había estrechado muchísimo su amistad con ella y con Nacho. Debo reconocer que no estaba muy cómodo con mi relación con ella en ese tiempo.  De la misma manera que con Nacho me resultó  muy fácil congeniar desde un principio, con ella me costaba. Siempre había algo que me impedía dar el paso definitivo hacia delante y meterla dentro del grupo de personas que de verdad forman parte de tu vida, de tu círculo cercano.

Muchas comidas en la plaza y muchas copas y la cosa parecía no avanzar. Había algo que provocaba que me sintiese receloso y creo que a ella le pasaba lo mismo. Era evidente que eso tenía que cambiar, para bien o para mal, porque por momentos la tensión fue palpable. Y acabó llegando el último asalto.

Lo que pasó esa tarde, después de comer y tomarnos unas copas junto a las Setas de la Encarnación, una vez más, supuso el punto de inflexión definitivo en nuestra relación. En un momento dado nos enzarzamos en una dura discusión. No era la primera vez, de hecho se podría decir que aquello era algo demasiado habitual. La diferencia en esta ocasión es que fue una discusión brutalmente sincera. Los dos soltamos absolutamente todo lo que pensábamos el uno del otro y muchas cosas no eran cosas buenas.

No puedo olvidar la cara del señor del ascensor de las Setas, cuando bajábamos los dos discutiendo a grito limpio, ni a Rosi y Nacho apartados, muertos de vergüenza imagino, mientras ella y yo montábamos una bonita performance en las escaleras de la plaza.

Todo esto acabó con dos personas abrazadas y llorando. Cuando eras sincero hasta ese punto con alguien sólo pueden pasar dos cosas, que la relación termine para siempre, porque la otra persona sea capaz de aceptar todo lo que se le ha dicho o todo lo contrario. Nos vaciamos y tras vaciarnos acabamos abrazados.

Fue un abrazo que me hizo sentir tremendamente bien. Fue el comienzo de la magnifica relación que tenemos a día de hoy. No digo que fuera el comienzo de la amistad, porque estaría mintiendo. Si la cosa terminó en abrazo ese día es porque de verdad el cariño y el aprecio mutuo superó a todo lo malo que esa relación parecía que tenía.

Desde entonces ambos hemos tenido la oportunidad de conocernos bien y he descubierto a una persona generosa, atenta y cariñosa, tres características importantísimas y que hacen que me sienta muy cómodo a su lado.

Por todo esto, no me queda más que desearle a Leticia la mejor de las suertes en su día.

Felicidades.

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